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12 de mayo de 2008

Teoría del entusiasmo

Alejandro Rozitchner - Extracto de Teoría del Entusiasmo
Ver texto completo: http://auxiliar100volando.blogspot.com

El entusiasmo es un desarrollo, un despliegue, una secuencia, una línea de acción. El entusiasmo es un estar colocado en un cierto nivel de circulación de la energía o de las ondas invisibles del sentido, que nos transforma y empuja. El entusiasmo puede representarse con la sensación de estar adentro de las cosas. Es un estar adentro de todo ocasionado por el mero hecho de estar involucrado de manera especial con algo.

Entusiasmarse es dejarse ir, ejercer la libertad. Estar entusiasmado es la posición más saludable y plena, la felicidad en la Tierra. El entusiasmo es una acción en donde los movimientos se enhebran con gracia, en donde uno se siente arrastrado por una fuerza no intencional, pero a la que reconoce como particularmente propia.

Uno es en el entusiasmo, logra identidad a través suyo. El entusiasmo no es más que el ser surgente, el ser géiser que emana del verdadero sí mismo que buscamos en nosotros, del intenso, del animoso, ese intermitente y escurridizo.

La tarea es más bien captarse, ser capaz de detectar y meterse en esas zonas del mundo donde nos vemos llevados a participar. Nuestros distintos intereses son las puertas por las que podemos entrar en distintos mundos, semillas del entusiasmo que crecen hasta ser plantas enteras si abonamos y regamos su despliegue problemático.

¿Por qué es difícil entusiasmarse? Porque hay que pasar en limpio al ser, volcarlo en el mundo. El escudo crítico se desvanece, debe ser suplantado por una operatoria de las ganas.

El entusiasmo es candidez, disfrute de lo mínimo. Cualquier mirada torva puede describirlo como un énfasis superfluo. El canchero está de vuelta, conoce hasta lo que no conoce, explica las cosas reduciendo rápidamente las rarezas del mundo a una serie de simplezas acostumbradas. El canchero sobra, el entusiasta está en un estado de apertura que admite y se sirve de la vulnerabilidad que no necesita eludir. El entusiasmo no es un estado de extremo cuidado, de extremo rigor, es una participación que se deja vivir.

En vez de una moral del sacrificio, una moral del entusiasmo, que entienda que aun para el trabajo es necesario entrar por la vía del darse gusto y no del someterse o dejarse de lado. La moral del entusiasmo exigiría que uno se lleve siempre consigo, que no pueda fácilmente despojarse de las características y los gustos personales para volverse formal. Llevarse a todas partes, estar de entre casa, ponerse cómodo.

La posibilidad del entusiasmo se origina en la existencia de una energía amorosa inicial con la que hemos o no hemos sido cargados. Sin embargo, el interés lanzado al mundo hace que uno corra muchos peligros: que sea visible, tal vez mirado con sorna, o envidiado, o querido –otro riesgo–, o incluso puede pasar que uno llegue a proponerse cosas que no logre y quede en evidencia.

El entusiasmo es un amor por las cosas, un afecto por ciertos ámbitos, personas, actividades. Un amor que realiza nuestras posibilidades, que nos acerca a seres cuya existencia, por pertenecer precisamente a ese campo de vida compartido, tiene sentido para nosotros. El entusiasmo es el camino subjetivo para acceder al sentido, el punto nieve del querer, la ebullición que nos cocina y realiza.

1 comentario :

Unknown dijo...

excelente! me parece una perfecta descripcion del entusiasmo y resalta cuan importante es sentirlo

 
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