que a veces salir deja sus palabras confusas;
el hombre la atraviesa entre bosques de símbolos
que le contemplan con miradas familiares.
Como los largos ecos de lejos se mezclan
en una tenebrosa y profunda unidad,
vasta como la luz, como la luz vasta,
se responden sonidos, colores y perfumes.
Hay perfumes tan frescos como carne de niños,
dulces tal los oboes, verdes tal las praderas
- y hay otros corrompidos, ricos y triunfantes,
que tienen la expansión de las cosas infinitas
como el almizcle, el ámbar, el benjuí y el incienso,
que cantan los transportes de sentidos y espíritu.
CHARLES BAUDELAIRE
Francia, París (1821-1867)
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