Gestionar la posibilidad es jugar a favor de ella, de que aparezca, que se valide, cuestione, debata, enriquezca, despersonalice, apropie, nutra, se canalice, y vaya originando acciones destinadas a su concreción. Autor: José Iriondo
El poder de nombrarla con libertad para imprimirle un soplo de vida, es una actitud humana, derramarla en medio de una mesa integrada con gente enfocada en nutrirla con cada pregunta, dejarla crecer con autonomía en un juego compartido que auspicie la apropiación común, superando el protagonismo individual de su autoría.
Nace con una fragilidad dependiente, sin un latir propio sólo el impulso constante la sostiene y ante el menor descuido sucede su desregistro, y será como si nunca hubiese existido.
La posibilidad que creo, la posibilidad que soy, la posibilidad que auspicio y comparto, la posibilidad que brindo, esa posibilidad que apoyo, es la misma y diferente, mientras se va nutriendo define su forma y madura su independencia, desarrolla su atracción, insufla su poder convocante y de pronto se libera, toma cauce propio, se constituye en oferta y con alegría recibe la esperanza de realización personal de otros que sirviéndole encuentran su sentido, proyectan su identidad, despliegan su vida, juntos constituyen un concierto que implota hasta conseguir su esencia, le sigue la reverencia, el elogio, la admiración de haber sucedido partiendo de un origen tan incierto.
La posibilidad vive su propio ciclo al que varias veces hemos sido convocados. La capacidad generativa de la gente no precisa ser convocada, con otorgarle un espacio cierto se consigue liberarla, con sólo eso es suficiente. Permitirle aparecer sin protocolos, inesperadamente, en el momento justo en el que resulta estimulada, y diseñar mecanismos para aprovechar ese aporte.
El espacio es durante. A diferencia de los procesos creados para invocar deliberadamente un estado, un torbellino de ideas, un escenario especial para fomentar el abordaje creativo de un tema, existe la opción de permitir y capitalizar la aparición de la mirada nueva a cada instante.
Nace con una fragilidad dependiente, sin un latir propio sólo el impulso constante la sostiene y ante el menor descuido sucede su desregistro, y será como si nunca hubiese existido.
La posibilidad que creo, la posibilidad que soy, la posibilidad que auspicio y comparto, la posibilidad que brindo, esa posibilidad que apoyo, es la misma y diferente, mientras se va nutriendo define su forma y madura su independencia, desarrolla su atracción, insufla su poder convocante y de pronto se libera, toma cauce propio, se constituye en oferta y con alegría recibe la esperanza de realización personal de otros que sirviéndole encuentran su sentido, proyectan su identidad, despliegan su vida, juntos constituyen un concierto que implota hasta conseguir su esencia, le sigue la reverencia, el elogio, la admiración de haber sucedido partiendo de un origen tan incierto.
La posibilidad vive su propio ciclo al que varias veces hemos sido convocados. La capacidad generativa de la gente no precisa ser convocada, con otorgarle un espacio cierto se consigue liberarla, con sólo eso es suficiente. Permitirle aparecer sin protocolos, inesperadamente, en el momento justo en el que resulta estimulada, y diseñar mecanismos para aprovechar ese aporte.
El espacio es durante. A diferencia de los procesos creados para invocar deliberadamente un estado, un torbellino de ideas, un escenario especial para fomentar el abordaje creativo de un tema, existe la opción de permitir y capitalizar la aparición de la mirada nueva a cada instante.
Sí. Soy idealista, vuelo mucho y necesito horizontes.
Y es contagioso. Buh!
Y es contagioso. Buh!
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