De bote en bote

 

La etiqueta "Cine" no pretende dedicación exclusiva al trabajo cinematográfico de Audrey Hepburn, aunque bien podría parecerlo. Prefiero pensar que la enumeración de posteos que le hacen referencia u homenaje, no se trata más que de una muy saludable racha, congruente con la esmerada admiración que me ocasiona su impronta toda, su legado y su aclamado estilo. 

La hoja de ruta de Piaconecta marca la siembra periódica de posteos sobre variedades, y así lo vislumbro en adelante, sin que definitivamente descarte mi recurrencia, ya que desde enero de 2008 hasta la fecha, este espacio blog ha ido de tema en tema, como de bote en bote casualmente aparecen también estos dos personajes, interpretados por Audrey Hepburn y abajo ilustrados, Ariane primero, en Love in the afternoon, junto a Gary Cooper, y Sabrina luego, en su película homónima, junto al inefable Humphrey Bogart.

 

 

Si de ir en bote en bote estaba comentando, qué mejor apuntada la película Sabrina (1954), donde nuestra cándida y humilde heroína, hija del chofer de una acomodada familia, aparece enamorada desde siempre del principesco personaje de William Holden, hasta que consigue finalmente llamar su atención, y es justamente entonces cuando un giro, tan discreto como inesperado, la lleva a caer en la cuenta de quién es el auténtico bote de su alma, lo cual es decir, su verdadero amor, que como bien debe ser: éste queda en familia....

 

 

Una cita junto a la red, abrazada a su imprevisto compañero de pasos de baile, en la cancha de tenis techada de la mansión, durante su soñada fiesta, en la cual Sabrina irrumpe dentro de este encantador y memorable vestido. A veces los deseos se hacen realidad, y si lo hacen, siempre lo hacen a su manera. Como si lo que deseáramos, no fuera a veces lo que esperamos, o como si lo que esperamos, no siempre fuera lo que deseamos, más allá de lo previsible y algunos supuestos que se nos interponen. Por ello, al destino le toca hacer su parte, como así pareciera que sucede en esta comedia romántica, definitivamente deliciosa. Con la emotividad propia del trance por el cual la película nos traslada, al segundo después de verla, sólo me he sentido más feliz, y creo que ello resume mucho, sino es que lo dice todo.