
Los que me conocen y guardan el beneficio, o la dicha, de haberlo hecho tardíamente, pueden rescatar algo, teniendo en cuenta que mis primeros días de vida y el tiempo que transcurrió entre mis dos y cuatro años de edad fueron mi etapa dorada, ya que únicamente entonces resulté a los demás ciertamente adorable. Sin embargo, aún hoy, cuando hablo por un momento
con mis allegados, siento que están tentados de venírseme encima para estrujarme los cachetes, que por fortuna, ya no son tan prominentes, porque la sola
idea me asusta un poco...


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