dando tus pasos de tango, sin bulla.
Sólo un eco carrasposo murmulla,
un guiño, que tu sobrio adiós atina.
Naipes de solitario aran la mesa,
con el juego tras la radio encendida.
Tienes mi alma en la tuya, guarecida;
ligera, como el éter de una fresa,
que nos tiñe de rojo el pecho entero,
cuando las copas relumbran los cantos
del nuevo triunfo, a tu modo austero.
Como el verde último, que eterno late:
¡Riéguese por los cuatro cielos santos,
la pericia con que me cebas mate!
piaconecta@hotmail.com
En la despedida de mi abuelo.
Fecha elaboración: 22/05/2005
Fecha última corrección: 23/11/2013
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